18 de septiembre de 2010

Una historia de amor y de libertad


"Merceditas" es una conocida canción del litoral argentino, un chamamé. Es considerada, junto con "Zamba de mi esperanza", la canción más popular de nuestro folclore. La letra ha sido traducida a nueve idiomas y el tema interpretado por famosos cantores de distintas partes del mundo. Y quién de nosotros no la ha tarareado alguna vez. Lo que no todos saben es la historia real e increíble que subyace tras esta especie de leyenda musical.

La canción se inspira en Mercedes Strickler Khalov, una campesina de la localidad de Humboldt, Provincia de Santa Fe. Alli el autor de la canción, Ramón Sixto Ríos, llegó un día de 1939 como guitarrista de una compañía de teatro. Y entonces fue que se conocieron en un baile del Club Sarmiento. "Asi nació aquel querer" que se mantuvo a fuerza de cartas por varios meses, hasta que Ramón le propuso matrimonio y Mercedes no aceptó. Según ella lo explicó, no quería compromisos. Le gustaba la vida libre e independiente que llevaba, poder andar a caballo por el campo, en motocicleta y botas de cuero en el pueblo, irse de vacaciones sola a Córdoba... En fin vivir a su manera la propia filosofia de la libertad.

A pesar del rechazo, él continuó escribiéndole por años. Ella dejó de contestarle, porque no quería hacerle perder el tiempo. Así que el también dejó de escribirle. La última carta dice:

"Llegaste hasta mí como una rosa muy blanca para dejarse deshojar entre tus manos y morirse así, muy dulcemente, casi con placer. No puede ser de otro modo, pues solamente las montañas no se encuentran, pero las personas sí y si puede ser que alguna vez nos encontremos, ya sea en esta vida o en la otra, siempre será grato tener un recuerdo amable de todo".

Con el tiempo él se casó, pero enviudó a los dos años. Entonces, muchos años después, volvió a proponerle matrimonio a Merceditas, y ella volvió a rechazarlo. Se mantuvieron en estrecho contacto hasta la muerte de Ríos, el 25 de diciembre de 1994, cuando tenía 81 años. Su último acto fue legarle los derechos de la canción. Ella vivió hasta los 84 años y murió soltera el 8 de julio de 2001.

Idas y venidas, encuentros y desencuentros. Y una especie de sabor amargo, para nosotros los espectadores de nuestro tiempo acostumbrados al exitismo hollywoodense de los romances.

Pero más allá de los detalles biográficos, nos queda esta historia humana que trasmuta en leyenda justamente por ser tan humana.

Es la historia de un amor no correspondido pero sublime, de un hombre que quiso entregar su corazón y nos legó un himno al amor más allá del tiempo, de la distancia, de la vida.

Y es la historia de una mujer excepcional. Es difícil no preguntarse por qué rechazó Merceditas a Ramón. Si no hubieran sido felices juntos. Pero más allá de sus razones, que nunca conoceremos, me parece importante resaltar el valor de esta mujer. Valor de ir en contra de las convenciones sociales en una época en que la soltería optada era considerada como una herejía, valor para encarar la vida sin el apoyo de un hombre y asumir la responsabilidad de su propio destino. Valor de ser libre hasta el final.

Merceditas

¡Qué dulce encanto tiene
en mi recuerdo, Merceditas,
aromada florecita,
amor mío de una vez!

La conocí en el campo,
allá muy lejos, una tarde,
donde crecen los trigales,
provincia de Santa Fe.

Así nació nuestro querer,
con ilusión, con mucha fe.
Pero no sé por qué la flor
se marchitó y muriendo fue.

Y amándola con loco amor,
así llegué a comprender,
lo que es sufrir, lo que es querer;
porque le dí mi corazón.

Como una queja errante
en la campiña va flotando
el eco vago de mi canto,
recordando aquel amor.

Pero, a pesar del tiempo
transcurrido, es Merceditas
la leyenda que palpita,
en mi nostálgica canción.

Así nació nuestro querer,
con ilusión, con mucha fe.
Pero no sé, por qué la flor
se marchitó y muriendo fue.

Y amándola con loco amor,
así llegué a comprender,
lo que es sufrir, lo que es querer;
porque le dí mi corazón.

8 de septiembre de 2010

Tu capacidad de servir a los demás...

Tu capacidad de servir a los demás
está en proporción directa a la
grandeza de tu corazón y a la
nobleza de tus sentimientos;
de igual manera, a medida que
te esfuerzas por compartir...
dar, servir y ser solidario, crece
y se ennoblece tu ser interior,
convirtiéndote en mejor persona,
mas felíz y con mayores posibilidades
de vivir una vida de mejor calidad.