Jean De La Fontaine (1621/1695), fue un poeta francés, pero ademas muy conocido por contar fábulas.
Las fábulas son narraciones muy breves que sirven preferentemente para ilustrar una enseñanza moral, la cual el autor a diferencia de otros, la presenta en segundo término, o dicho en otras palabras, permite que la máxima se desprenda de la historia que relata. La Fontaine es un infatigable observador de la naturaleza, y de esta toma sus narraciones. Sus fábulas, como la de los grandes maestros del género, enseñan y hacen pensar. Hoy quisiera transcribir una de ellas:
Había en cierta ocasión un pastor que cuidaba sus ovejas cerca del mar. Todas las mañanas iba a las orillas del agua y allí, su rebaño comía las hierbecillas que crecen en la arena.
No era un hombre rico, pero vivía con holgura, pues tenía sus propias ovejas y tenía casa. Nunca llegaría a ser rico, pero al menos jamás le faltaría el alimento. Y el pastor era feliz.
Pero día tras día, nuestro hombre iba observando como el mar arrojaba restos de navíos a la playa, en cuyo interior había algunas piezas de gran valor.
El pastor sintió crecer en su interior la ambición, pues todas aquellas riquezas le tentaban. Sin pensarlo mucho, vendió su rebaño y con el dinero pudo comprar un barco.
Con este navío se dedico a transportar mercancias del uno al otro lado del mar. Pero una vez que el hombre habia cargado su barco con cosas de gran valor en las que había invertido toda su fortuna, tuvo la mala suerte de que un temporal hiciera naufragar su barco.
Y el pobre hombre, de una sola vez perdió toda su fortuna. Quedó triste y como no sabía hacer otra cosa, tuvo que volver a cuidar rebaños.
Pero no estaba de dueño como anteriormente, sino que cuidaba las ovejas ajenas a cambio de un sueldo mínimo. El pastor se sentía infelíz pero no se dejo abatir por la desgracia.
Poco a poco fue juntando de nuevo dinero y al cabo de un tiempo compró ovejas y se dedicó a guardarlas como antaño.
De nuevo era propietario de un ganado y poseía, como antes, una casita,
Apacentaba el ganado cerca del mar, y un día, observando los restos de navíos en la arena, después de quedarse pensativo unos instantes se dirigio a la orilla.
Alli, dirigiéndose a las olas, les dijo:
_Ya veo que lo que vosotras quereis son tesoros. Por eso me arrebatasteis todo mi dinero. Pero a partir de ahora, si quereis ser ricas, buscad a otro, porque de mi no obtendreis nada mas.
El pastor habia comprendido la lección. Es mejor tener algo seguro que tratar de probar fortuna basándose en esperanzas.
De esta fabula se desprenden varias cosas:
1) La felicidad no depende de las riquezas, siempre y cuando logremos satisfacer las necesidades básicas. El pastor "era felíz" con lo que tenía, hasta que...
2) La ambición crece poco a poco en el corazón humano, por lo que vemos. En este mundo bombardeado por la publicidad comercial, es facil engañarnos creyendo que es imprescindible que obtengamos tal o cual objeto para ser "más felices".
3) Muchas veces sacrificamos lo más valioso que tenemos: nuestro tiempo, afectos, incluso nuestra salud, sin darnos cuenta que son otros los que se llevan nuestros tesoros.
4) Y por último, nunca es tarde para recapacitar y empezar de nuevo.
Quizas mas adelante publique otra fábula.